domingo, 28 de noviembre de 2010

El nombre

El joven de cabello claro se acababa de sentar en su lugar de siempre, era una de sus clases favoritas, o eso parecía por la expresión de su rostro. El lugar era un auditorio semicircular, bien amoblado y con una tela de proyección al centro, eso es todo lo que alcancé a distinguir antes de que mi atención se desviara por la repentina y curiosamente solemne entrada del profesor, sin hacer más que un ademán de saludo procedió a escribir en la pantalla con letras grandes: 


A R Q U E T I P O

-¿Puede alguno decirme el significado de esta palabra?- desafió a sus alumnos.
Luego de un breve momento de silencio, una voz de las últimas filas contestó – un arquetipo es un modelo, una especie de estereotipo sobre algo –
-muy bien- asintió el profesor, lanzando luego otra interrogante a la clase:

 -¿entonces, de qué forma se podría aplicar este concepto a la psicología?- dijo provocando un murmullo general en la sala.

De pronto alguien levanto la mano con inseguridad y contestó – quizás se refiere a aquellas ideas básicas que hay, por decirlo de alguna manera, de forma predeterminada en la mente de las personas – 

Si, Fascinante- dijo el maestro con asombro, para luego dirigirse a la clase en tono explicativo:
-A  lo largo de la historia humana han existido elementos comunes para todas las razas y épocas, como por ejemplo, la guerra, el amor, el nacimiento, la religiosidad, etc., los cuales han ido creando personajes que se trasmiten de generación en generación como una especie de herencia psicológica, tales como el guerrero, el sabio, el sacerdote, el mago, el enamorado, e infinitos otros, los que forman parte de la mente colectiva de nuestra especie. ¿Me explico?–   los alumnos asintieron en conjunto.

- el trabajo de hoy, prosiguió el profesor, consiste en que ustedes logren identificarse con algún arquetipo, no importa cuál sea, solo debe haber estado presente de forma intensa a lo largo de su vida, haberles despertado atención y familiaridad –

Pasaron unos 30 minutos y sólo quedaba el joven que yo había visto al comienzo, parecía dudoso, su expresión denotaba una gran inseguridad, quizás acerca de si mismo o de su personalidad, luego de dar un suspiró escribió con decisión una palabra breve y entregó la hoja. 

Por lo que comentaba el resto de la clase sus respuestas eran las esperables, el príncipe, la dama, el plebeyo, el vagabundo, el intelectual, el bufón o cenicienta, no importaba cuales, todos tenían conceptos más o menos relacionados, sin embargo, la respuesta de este  ultimo alumno  era mucho más inusual, más abstracta, incluso aun no estoy seguro de que se pueda considerar un verdadero arquetipo, no obstante parecía representarlo en sus infinitas facetas, en todas sus personalidades, no lo encajonaba aunque tampoco lo definía muy bien, quizás, esa era la contestación esperable de una persona que pasa por una crisis de identidad, que no se conoce, o quizás… la de una que, conociendo tal cual su exterior, prefiere definirse atreves, de lo que identifica la esencia misma de su alma. 

Cuando desperté aun tenía las letras grabadas en los ojos y quizás las retuve por unos minutos intactas, “El Azul”.

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Este es el relato de un sueño que tuve el cual inspira el nombre de este blog, si bien no tiene mucha gracia estética, crei prudente escribirlo y compartirlo aquí por su extraño simbolismo y porque quizás es una proyección de mi propia situación actual.