martes, 18 de enero de 2011

la renuncia.

Ayer escuchaba música sentado en el suelo mientras esperaba que iniciara la clase de arte contemporáneo a la que asisto. Solo había entrado la profesora a la sala y algunos de los alumnos del taller anterior aun no se iban. Estaba ensimismado y quizás un poco perdido en las melodías, cuando súbitamente alguien me arranco los audífonos de los oídos y se me quedo mirando fijamente casi inspeccionando detalladamente mis facciones.

Cuántos años tienes? Preguntó con una actitud de interrogatorio que me causó suma extrañeza.

-16, respondí ¿Por qué? 

-No, no puede ser… dijo para sí mismo en voz muy baja, seguidamente se dio la vuelta y comenzó a irse. Alcanzo a dar un paso o dos cuando giró apuntándome con el dedo.

-Oscar? Oscar Cornejo? Dijo con mucha inseguridad.

-¿Si, Lo conozco de alguna parte? conteste ya aburrido de lo bizarro de la situación.

-¿Acaso no recuerdas quien te hizo ganar la medalla de oro hace tanto tiempo “hijo del gobernador”?  

Aquel apodo tan añejo que me había ganado hace tanto tiempo hizo colapsar mi mente, sentí como si un cajón cerrado y olvidado en mi memoria se abriera años después de un balazo imprevisto lanzando cientos de pedazos de recuerdos rotos y desordenando mi mente por completo. Si no hubiese estado en el piso quizás me habría desmayado de tantas cosas que pasaron por mi cabeza en un solo segundo.

Te vas a quedar así con esa cara de espanto sin decir nada?

No sé qué decir… tanto tiempo, no lo reconocí… o algo así murmuré por protocolo titubeantemente ya que aun no terminaba de entender todo lo que estaba sucediendo.

Sigues actuando?
La verdad no, deje eso después del campeonato en el que… bueno usted sabe.

Pero ¿Cómo? Si tú eras muy talentoso, no sentías miedo, eras tan seguro, tan bueno para eso… 

Si quizás,  pero solo eran tonterías de niño, cualquiera lo podía haber hecho mejor que yo… bueno, un gusto haberlo visto, me tengo que ir, adiós.

Espera! Toma, mañana hare un casting y te pueden pagar mucho por poco tiempo de trabajo, además tú eres perfecto para el papel que busco, me propuso mientras me pasaba una tarjeta.
Lo pensare aunque lo dudo, gracias. Le respondí.

Mientras todo eso pasaba la profesora de arte miraba muy interesada, sin querer le lance una mirada “simpática” y me bastó para sacarla de lo que no le incumbía.

Luego del curso no le dije nada a nadie de lo que había pasado y sólo hoy lo comente muy rápido antes de irme, con muchas dudas, a la prueba de cámara.

Era todo tan básico y simple para mi, en el fondo solo se trataba de gritar un gol 4 segundos y ganarse 300000 pesos por un par de caras eufóricas.

Tan simple, tan fácil, tan común y aun así… no pude. No pude gritar ni sentirme feliz ni emocionado, no pude mentalizarme, estaba pasando de nuevo, bloqueado en dos segundos, sin sentir ni decir nada, una caída sin piedad de la seguridad al autosabotaje.
Solo pude pedir una disculpa vergonzosa y marcharme.

Que él me dijera que no importaba y que igual podrían darme el papel por ser recomendación directa, no servía de nada, no servía de nada que me recordara lo buen modelo estereotipo que era para una propaganda de banco ni mucho menos que me pidiera asistir a su clase de teatralidad como oyente invitado.

Ya lo había arruinado de nuevo, ya me había bloqueado como siempre y ya había salido corriendo por las calles de providencia.

La conclusión no tardo en llegar… me había convertido en una especie de maniquí sin expresiones, un autómata que tiene que fingir risa, pena y hasta amor cuando simplemente no siente nada y no quiere que los demás lo miren feo, un personaje con tantas mascaras encima que ya no es capaz de encontrar su propio rostro, un caballero con armaduras tan oxidadas que ya estan fusionadas con la carne y que son imposibles de quitar.


Todas las artes son pasión canalizada. No se puede ser artista sin sentir.


sábado, 8 de enero de 2011

bloqueo!

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.

El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar.
En un solo día cortó dieciocho árboles.

-Te felicito -le dijo el capataz-. Sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó bien temprano.

A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.

«Debo estar cansado», pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol.

Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.

Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.

El capataz le preguntó: «¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?».
-¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.
Bueno, este cuento lo puse porque hace unas semanas que paso por un bloqueo mental y no he podido terminar ninguno de los muchos articulos que se me han ocurrido y que ahora estan botados a la mitad. Ya me resigne, supongo que olvidarse de escribir y dedicarme a otras cosas pueda ser una buena manera de "afilar el hacha" como dice el cuento, aunque no lo sé...

si estas leyendo esto, me encantaria que me dieras tu opinion.

hasta pronto (espero ¬¬)