domingo, 25 de julio de 2010

El regalo más triste


7am a bordo de una Hilux inicio el viaje que he postergado ya casi 5 meses… se que el panorama será inmensamente desolador, todos lo saben, no hay necesidad de hacerlo notar, vamos al encuentro de los innumerables recuerdos sepultados entre los escombros y la tierra (…)
Entre baladas de Robbie Williams intento hacer ameno el incomodo trayecto… Nos detenemos por fin, la llovizna que cae con cada vez menos timidez me recibe, sin chaqueta, sin guantes… Se pierden mis acompañantes entre las repletas filas para conseguir una de esas casas estrechas, donde se supone sobrevivan los anhelos (…)
Papeles, sugerencias, comentarios parecen desfilar en un pueblo donde todos se conocen, donde todos son parientes y donde todos sufren el dolor del vecino tanto como el propio… la camioneta hace ironía ante la situación, personas que no tienen piso pero todavía un cielo (…)
Manos petrificadas, hambre, a la orilla de un brasero se espera el asado entre paredes humildes… mujeres sordomudas que son las más expresivas del lugar, con simpatía nos habla entre señas de su hijo, mientras intento pasar algo de lo que sé a ese niño de campo, arreglando su computador aprendo a entender su gran inteligencia expresada entre modismos, me recuerda tanto a mi  mismo… sin nadie que le enseñe tratando de ocupar algo a siglos de adelanto, solo guiado por la curiosidad, esa que va sin miedo a la explosión… la única de la que realmente se aprende (…)
La alegría hace olvidar la catástrofe, todos contemplan la lluvia y el barro entre bromas, una utopía donde todos se llevan bien, donde cada uno siente gozo al ver al otro… eso es lo que más valoro de esas personas, su humilde felicidad, y su voluntad para dar al máximo lo poco de lo que disponen (…)
Iniciamos la parte que más he esperado, es hora de apreciar en directo los escenarios dantescos repetidos al cansancio en las noticias, mi mente no para sus diálogos novelísticos usando términos absurdamente complejos, creando paginas y páginas de un libro  de esos que no leería por gusto (…)
El adobe se fusiona con el suelo, las vigas destruidas me dejan en silencio, todos esos conocidos de siempre que no sé cómo viven ni de dónde sacan energías… me siento tan débil, yo no soportaría dos días así… mis visitas al psicólogo parecen estupideces… fogatas que arden calentando débilmente (…)
Llego tan cerca, pero mi vista se desvía a los vecinos, el siempre fue un borracho, una persona que sólo vivía por y para el vicio, yo no recuerdo verlo trabajar ni sacrificarse por nada, su antigua casa estaba derruida de antes incluso, pero ahora no tenia forma, una vivienda abstracta como prácticamente todas las otras del camino… esta curao, era que no, a la orilla del  fuego, tomando, celebrando lo mismo que siempre, el hecho de estar vivo, su ánimo pasa de la luz a la sombra, quizás, inconsciente en su escape etílico (…)
La casona que marco mi infancia, los parajes que me acogieron incondicionales cada vacación, a la lluvia o al sol, cerros que me vieron cruzar en bicicleta, muros que cayeron encima de las camas donde dormía, milagros salvaron a cada residente, al ver como quedo todo, comprendo que solo pudieron ser eso, milagros (…)
Veo como mis abuelos contemplan desolados, mis lagrimas se contienen solo por la impresión que siento cuando la esquelética gata camina petrificada, todos la observan impactados, ella reconoce a su dueña y le pide entre maullidos una suplica de rescate… Ellos invirtieron toda su vida en ello, todo su esfuerzo, su dinero, se esclavizaron y olvidaron la felicidad, dedicaron tanto tiempo que no pudieron aprovechar su “inversión”. Hoy bajo las nubes me acuerdo de la clase de lenguaje ¿ubi sunt? Es todo lo que pienso (…)
La gente que nos ve nos saluda como siempre, todos contentos, planeando juntarse el dieciocho, en la tierra que realmente es bicentenario, “vuelvan” les dicen a mis tatas que están enjaulados en Santiago, personas intoxicadas, no están acostumbrados a la suciedad de todo lo que tenemos en la ciudad, desde el aire en adelante, pero no hay nada que hacer, dan gracias todos los días, más que antes incluso, de tener buenos hijos, y de no haber quedado desamparados como muchos(…)
Imágenes del terremoto hay tantas, pero verlo encima es distinto, no solo conmueve mas, sino que forza reflexiones. Dedicar la vida a un algo físico, una casa, las ventanas, rebajar el alma a lo terreno es absurdo, lo material se va siempre, rápido y fuerte, no debe sacudirse la tierra, ni importa el material de la construcción, si no perdemos lo que tenemos por las vueltas de la vida lo tendremos que dejar al golpe de la muerte (…)
Acaso sirve de algo, acaso no es inmenso el absurdo, lo único que queda es aquello que ganamos de experiencia, lo dulce y lo agraz es todo lo que tasa nuestra existencia… que lo material sea un medio y no un fin, conclusión que se marca en mi mente indisolublemente, el regalo divino que se me da a cambio de la cruda demostración de la insignificancia de las cosas (…)
El curao que nunca trabajo, el que solo vivió la vida divertido y el que la sigue viviendo así… el que tuvo menos vanidad, el que escapó con una botella de la realidad, el más despreciable en posesiones es sarcásticamente el que ha sido más feliz y el que lo seguirá siendo… quizás no hizo de su vida un aporte, pero por lo menos no la perdió con los vestigios… ahora paso del “¿ubi sunt?” al “carpe diem” disfrutar la vida y apreciar cada momento, dejar de trabajar y salir a ver el sol… lo mismo que hice las veces que estuve allí, hoy parece obvio lo que siempre debí haber visto… aunque lleve más de una generación reconstruiremos lo perdido pero será para vivir experiencias de tanto cariño y alegría como las que vivimos en el “campo” aquellas que no solo marcaron mi vida y que no podrán ser destruidas con ningún tipo de embate físico (…)
Cierro mis vacaciones de invierno, viernes 23 de julio, lo más triste pero quizás lo más provechoso que hice, adiós.  (Extractos de “travesías en búsqueda del destino”, Oscar Cornejo)

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