miércoles, 10 de agosto de 2011

No caigamos en la trampa.


Una columna mia para el sitio web www.elquintopoder.cl

Los desmanes son una clara manifestación de estupidez, de falta de civilidad, y ciertamente de conflictos psicológicos en aquellos que los producen, suponer que alguien que rompe, incendia o lanza elementos con ese grado de violencia y de rabia es alguien que no está lleno de resentimiento consigo y con su contexto, sería engañarnos, pues ninguna persona que esté en circunstancias “sanas” actuaría de esa forma por muchos argumentos filosóficos o políticos retorcidos que tenga. Al ver estos sucesos en Santiago es tiempo de que asumamos que en la sociedad existen muchas personas enfermas, y más aun, que asumamos que la sociedad enferma a las personas, ¿acaso el vandalismo no es sino otra razón para decir que necesitamos con urgencia una sociedad más justa, que no resienta a tal punto las mentes de los individuos que viven en ella?, ¿una sociedad cuyo sistema educacional garantice oportunidades “más y mejores” como tanto repite el presidente en sus discursos, por muy poco que haga por ello?¿ una sociedad que cree individuos equilibrados?

Me pregunto esto sin querer justificar la enfermedad ajena, sino simplemente porque al escuchar las declaraciones en un tono nefastamente triunfante y con una cara de “se los advertí” que hace el ministro Hinzpeter, no puedo evitar ver un peligro inminente, el peligro de que lleguemos a asociar la idea de movimientos sociales con la idea de desmanes y terminemos creyendo que las marchas son malas, permitiendo por consiguiente que el único mecanismo de control político que tenemos los ciudadanos de “a pie” quede deslegitimado.
 
En lo personal me parece que los argumentos que hoy se dan con estos fines son absolutamente irracionales, no se puede pretender que los dirigentes se hagan cargo de los actos que hacen ciertos individuos solo porque actúan en el mismo lugar y al mismo tiempo que en el que ellos se expresan, ¿acaso pedimos que los estudiantes hagan el trabajo que debe hacer el personal especializado con sus propios métodos y sus propias formas?, menos aun esta otra idea que sostiene el gobierno de “que no son capaces de controlar lo que convocan” pues es evidente para todos que los vándalos actuarían igual cualquiera fuese la razón de protesta, ¿Cómo aquellos que no son sus líderes van a controlarlos? ¿Acaso por eso no se deberían convocar actos masivos? ¿Acaso no sucede lo mismo en un partido de futbol, o en una celebración, (guardando por supuesto, las proporciones)? ¿Acaso lo que nos quieren decir es que el problema está en la marcha y no en los individuos que deben hacerse cargo de sus propios actos? Y pese a que todos sabemos que esto es así, pareciese que las autoridades o son ciegas o quieren hacernos creer que son ciegos, ¿pues de que otra forma les servirían las marchas sin desmanes? No estoy diciendo que los destrozos sean causados por personal público (aunque tampoco lo negaría rotundamente), pero al menos me parece curioso que sean estos la excusa perfecta para evadir los temas de fondo y para obviar la gran cantidad de ciudadanos convocados. Inclusive, si fuesen los estudiantes los culpables de todo ¿por eso dejarían de tener sentido las demandas?, claro que no. 

Pero obvio, es mejor aludir a lo malo, a los derechos violados por los delincuentes; mejor si no usamos los métodos realmente eficientes, no ocupamos la inteligencia policial de la que disponemos y ocupamos en cambio, métodos no selectivos como el lanzar gases, provocando un clima muchísimo mas caótico asi le podemos hacer creer a los ciudadanos que esa es la fórmula que hay que aplicar en estos casos y que lo mejor no es protestar porque si lo hacen llegaran inevitablemente infiltrados y todo quedará destruido en postales apocalípticas que evocan los miedos más profundos arraigados en este país, como el miedo a perder la seguridad individual, por el cual estarían dispuestos a cerrar los ojos y confiar en sus autoridades y sus “salvadores”.

Con todo esto simplemente quiero decir que no tenemos que caer en esta trampa formada por argumentaciones falaces, no podemos llegar al punto de que por respetar los invocados derechos de “paz y movilidad” que poseemos los habitantes, se llegue a censurar el derecho a la libertad de expresión, porque si bien  siempre que algo se expresa libremente es inevitable que se pasen a llevar ciertas atribuciones de los demás, más aun si se trata de manifestaciones masivas, este derecho debe ser cuidado como si se tratase de lo más preciado en el mundo, pues es y será precisamente eso. Nunca se acaba el tiempo de las marchas, nunca es suficiente de reclamar, pese a que eso repita el mandatario desde el primer día de paro. La única forma de alcanzar una democracia madura es cambiar la idea de que lo normal es conformarse con lo que nos dan por la idea de que los funcionarios públicos están también para servirnos, y para responder a nuestros emplazamientos, no se trata de socialismo ni nada por el estilo, sino simplemente del principio que debiese sustentar nuestras sociedades para poder alcanzar el desarrollo del que tanto nos queremos hacer parte.

Lamentablemente el mundo y sus cambios funcionan “a la bruta” en una lógica de sacudir el árbol para que caigan manzanas, nunca se han logrado avances trascendentales a punta de cartas en un buzón de sugerencias. Debemos repudiar el vandalismo con todo nuestro ser, pero nunca en la idea de justificar la represión, mucho menos cuando no estamos viviendo ni una novena parte de las consecuencias que se provocan en otros lugares, pese a que eso quisiera darse a entender, mucho menos cuando libertad es precisamente lo que necesitamos ahora.

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