martes, 11 de octubre de 2011

¿Dónde buscar lo que nos falta?

“—Estoy confundido, muy confundido. Hasta la sesión pasada, yo estaba seguro de la utilidad de la psicoterapia; yo era uno de esos tipos que mandaban a un terapeuta a todos sus amigos.

Pero de repente, en la sesión pasada MI PROPIO terapeuta me dice que un tipo que llega cagándose encima, cojeando, deprimido, o loco; se va tan cagado, rengo, triste y delirado como llegó... No entendiendo... Esto es muy confuso...
— Nada sale de oponerse a la confusión, te molesta la situación por el prejuicio de que deberías tenerlo claro, deberías no estar confuso, deberías tener todas las respuestas, deberías...
deberías... Relájate, Demi, como ya te dije, en Gestalt el único Debería‖ es: Deberías saber que NO ―deberías nada en absoluto.
—Es verdad, incluso sin deberías hay respuestas que necesito y no las tengo.
—¿Te cuento un cuento?

Ese día más que otros, abrí mis oídos. Yo sabía que un relato de Jorge, una parábola y hasta un chiste me habían ayudado antes a encontrar la claridad en la confusión. 

Había una vez en la ciudad de Cracovia, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río; soñó que a un costado del río y debajo del puente se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar
y tranquilidad para toda su vida.
Al principio Izy no le dio importancia, pero después de repetirse el sueño durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que él no podía desoír esta información que le llegaba de Dios o no se sabía de dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para una larga travesía y partió hacia Praga.
Después de seis días de marcha, el anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar, en las afueras de la ciudad, el puente sobre el río.
No había muchos ríos, ni muchos puentes. Así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente ya un costado del río, el árbol debajo del cual debía cavar.
Sólo había un detalle que en el sueño no había aparecido: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.
Izy no se animaba a cavar mientras estuviera allí el soldado, así que acampó cerca del puente y esperó. A la segunda noche el soldado empezó a sospechar de ese hombre cerca de SU puente, así que se aproximó para interrogarlo.
El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que venía viajando desde una ciudad muy lejana, porque había soñado que en Praga debajo de un puente como éste, había un tesoro enterrado.
El guardia empezó a reírse a carcajadas:
—Mira que has viajado mucho por una estupidez –le dijo el guardia—. Hace tres años que yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de la casa de un viejo loco, de nombre Izy, hay un tesoro enterrado. Ja... Ja... mira si yo debiera irme a Cracovia para buscar a este Izy y cavar debajo de su cocina... Ja... Ja... Ja....Izy agradeció humildemente al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo debajo de su propia cocina y sacó el tesoro que siempre había estado allí enterrado...
Después del cuento, el gordo hizo un larguísimo silencio, hasta que sonó el timbre del próximo paciente. Jorge se acercó, me abrazó, me besó en la frente y me fui.
Repasé la sesión mentalmente. Al comienzo de la conversación ya el gordo me había dicho lo mismo que después, con el cuento: ―la respuesta a tus preguntas no la tengo yo, sino tú.
Las respuestas las encontraría en mí. No en Jorge, no en los libros, no en la terapia, no en mis amigos... en mí... sólo en mí...
En ningún otro lado... me repetía una y otra vez... en ningún otro lado...
Y entonces me di cuenta: Nadie podía decirme si la terapia ―sirve o no sirve. Solamente yo podía saber si ―ME sirve, y esta respuesta sería válida sólo para mí (y sólo por ahora). Yo había vivido gran parte de mi vida, ahora entendía, buscando a otro para que me dijera qué estaba bien y qué estaba mal. Buscando a otros que me miraran, para poder verme. Buscando afuera lo que en realidad siempre estuvo adentro (debajo de mi propia cocina).
Ahora estaba claro, la terapia es nada más que una herramienta para poder cavar en el lugar correcto y desenterrar el tesoro escondido. El terapeuta no es más que aquel soldado que, a su modo, dice una y otra vez dónde buscar y repite sin cansarse, que es estúpido buscar afuera...
La confusión había cesado y como Izy me sentí afortunado y tranquilo de saber, por fin, que el tesoro está conmigo, que siempre lo estuvo y que es imposible perderlo.

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Todos tenemos distintas y únicas concepciones de nuestro paraíso terrenal, variados fantasmas que nos persiguen, variadas contradicciones, adicciones, problemas, enemigos internos, formas de llevar nuestras relaciones, objetivos, sueños…

alcanzar la salud mental, esto es, la felicidad, conlleva un trabajo importante, hacer cambios, quizás tomar terapia, quizás hacer deporte, quizás el yoga, ser vegano, lavar la loza, estar echado en un sillón, los animales, la música…
alcanzar la liberación, la felicidad y el amor propio requiere  deshacerse de la necesidad de buscar, de buscar afuera aquello que está dentro, ya sea la confianza, la madurez, la alegría, la fortaleza, ya que  todo, absolutamente todo aquello que necesitamos está en nosotros.
No obstante, descubrimos el tesoro enterrado luego de buscar por todos lados, para llegar al principio hay que recorrer mucho trecho, buscar en los otros, en el resto, en el amor, en el sexo, en las fiestas, en la soledad, en la religión. A veces la única manera de poder entender que el lugar correcto somos nosotros mismos, nuestras propias potencialidades es haciendo todo un viaje que, aunque termine en el comienzo, es lo que necesitábamos para “ver”.

Todas las formas de crecimiento personal, todos los consejos de un amigo, todos los métodos de terapia, todo aquello que hagamos buscando una vida plena no es más que una herramienta, no es más que la señal que nos indica donde cavar, no es más que un camino, de infinitos caminos. La felicidad no se encuentra, se descubre, no se gana porque no está ajena, ni afuera, está aquí, pero no siempre estamos preparados para darnos cuenta.

sal a buscar tu felicidad! Sal a buscarte! Sal aunque sepas de antemano que no la encontraras afuera, ni en nada, ni en nadie. Sal y toma un camino, cualquiera, el que creas justo, el que te sirva, el que te parezca indicado, pero hazlo, es posible ser feliz, vale la pena creer en eso ciegamente (y quizás sea en lo único que vale la pena creer ciegamente).

Feliz dia mundial de la salud mental, feliz día mundial de la armonía, del equilibrio, de la libertad y fundamentalmente, de la felicidad que se encuentra dentro de uno, cuando se ha buscado hasta el cansancio fuera de uno.

2 comentarios:

  1. asgdfasd aun que no lei el cuento creo q es la primera vez q escribes algo en lo q estoy totalmente de acuerdo. Bien!

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